A Elena Albizuri, MCJ, una amiga entrañable

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Elena era la persona más sencilla y más llena de amor que he conocido.

No podía entender el mundo si no era a través de las personas más necesitadas, aquellas que no tenían nada, ni siquiera una choza donde dormir, esa era su gran familia.

Su mayor satisfacción era el progreso de las familias de las colinas de las tribus Khasi y Garo de la selva del nordeste de la India.  Con una donación recibida desde su tierra natal, adquirió para ellas unos terrenos en la selva, donde construyeron casas de bambú, con pequeño terreno para animales y huertos de subsistencia, junto con una escuela y una iglesia. Desconfiaban de que alguien diera tanto a cambio de nada.

El disponer de un hogar fijo permitió que los niños y niñas pudieran acudir a la escuela que habían fundado junto al inicial dispensario y las familias pudieron atender sus necesidades básicas y crecer.

Hoy en día Mawei es un centro de atención médica y educacional, pero no hace muchos años, era un lugar de mercado semanal en el que las Misioneras de Cristo Jesús establecieron un dispensario, que atendía Elena las veinticuatro horas de todos los días del año.

Allí, a seis horas del hospital más cercano, salvó muchas vidas de madres y recién nacidos, sin luz eléctrica, sola, acompañada de un transistor en que a veces escuchaba la BBC, hasta principios de este siglo XXI.

Nunca se quejó de nada y nunca quiso tener nada. No tenía ni quería nada para ella, ni siquiera tiempo. Su tiempo era el tiempo de la gente.  Estaba llena de satisfacción por el hecho de poder atender a aquellas personas tan sencillas y tan necesitadas.

Agradecía continuamente a Dios el poder estar allí, lo consideraba una inmensa suerte que Dios le había concedido y que tenía que aprovechar y, sobre todo, disfrutar, porque disfrutaba de su trabajo de enfermera y aprendía continuamente para poder hacerlo mejor.

Pasó por la vida en silencio, haciendo el bien, sin queja alguna, siempre sonriendo, agradeciendo cualquier visita, detalle, recuerdo y viviendo intensamente la vida de religiosa a la que había sido llamada, tenía las manos vacías y el corazón lleno.

Descanse en la paz de Dios Elena.

Nieves Pereda Chávarri

Elena con María Gonzalez, Presidente de Ayuda MAS en su visita a Maweit, India
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